Las personas mayores: la implicación del aislamiento social

La soledad y el aislamiento social van de la mano con la ansiedad y la depresión, especialmente entre las personas mayores. Se trata de una correlación fácil de entender, que probablemente alcanzó su máxima gravedad durante la reciente emergencia de COVID-19.

De hecho, esta cuestión se ha estudiado a fondo desde hace años, como demuestra una investigación realizada por unos psicólogos de la Universidad de Dinamarca et al. en el marco de una colaboración internacional, que examinaron la salud mental de más de 3.000 adultos de entre 57 y 85 años alojados en comunidades, analizando en particular la falta de relaciones sociales (redes limitadas de conocidos e interacciones poco frecuentes), el aislamiento social percibido por cada uno de ellos (soledad y falta de apoyo) y los síntomas de trastornos psíquicos.

Los sujetos fueron entrevistados tres veces: la primera entre 2005 y 2006, la segunda entre 2010 y 2011, y finalmente una vez más entre 2015 y 2016. En las tres fases, los investigadores evaluaron su estado de ansiedad y depresión con escalas específicas estandarizadas.

El análisis de los datos mostró que la falta de relaciones sociales identificada en un momento dado se correlacionó posteriormente con una mayor sensación de aislamiento social. El aislamiento social, a su vez, se asoció con síntomas más frecuentes de depresión y ansiedad. Lo contrario también era cierto: los que puntuaban más alto en cuanto a síntomas de ansiedad y depresión en una determinada fase de las entrevistas estaban después más aislados socialmente. Estos resultados llevaron a los investigadores a concluir que el número y la calidad de las relaciones sociales, por un lado, y la sensación de soledad y aislamiento, por el otro, se afectan mutuamente.